domingo, 1 de noviembre de 2020

TARDE DE OTOÑO ESPERANDO EL AUTOBÚS

 




A veces siento que la maternidad me destruyó.
Nada, eso

Pero 
la mayor parte del tiempo
lo único que importa 
es...
tocarte es la punta de un ovillo que lo envuelve todo
creo que tu suavidad es resistida porque podría 
desarmar el mundo.

Marina Yuszczuk, Madre soltera

El niño lloraba desesperado mientras yo esperaba el autobús. Estaba el tiempo frío y desapacible, me había acercado al muro que hace esquina buscando un refugio contra el viento. La madre intentaba que el niño anduviera, estaban los dos en medio de la acera y el niño gritaba, pataleaba, la madre llevaba una coleta y un paraguas de Spiderman, el niño un uniforme de cuadros rojos y verdes. La madre intentaba averiguar qué le pasaba, por qué no quería andar, se agachaba para hablarle a su altura. Cuando les vi, al principio, pensé que ella no era su madre, que era alguien contratado que había ido a buscarle al colegio. Pero era evidente que era su madre, no por la forma en que él lloraba, sino por la forma en que ella resistía. Había algo en su forma de tirarle de la mano que llevaba implícito una rendición, el conocimiento anticipado de que tarde o temprano, ella iba a perder, aunque probablemente no en ese momento.

Mi autobús no llegaba y los dos seguían interpretando su particular tragedia de la media tarde. Los transeúntes pasaban a su lado y se sentían incómodos, molestos por ese drama del que no podían desentenderse, y que agredía profundamente la grisura de sus carreras hacia algún destino, interrumpidos sus pensamientos, injustamente testigos de algo que a ellos no les había pasado nunca ni les pasaría.

Entonces, cuando parecía que la tarde contenía el aliento a la espera de un hecho definitivo, la madre cogió al niño en volandas y se echó a andar. El niño se calló inmediatamente, apretó los brazos sobre la coleta de su madre, que se encaminó hacia una calle más allá, como si no hubiera pasado nada, como si ignorara que sus brazos habían sellado una grieta, acarreando a su hijo y el paraguas en la otra mano. En ese momento llegó mi autobús.