viernes, 30 de enero de 2015

Incluso en estos tiempos veloces como un cadillac sin frenos



Tumbado se mira la barriga, puntiaguda, y piensa que tiene que ser un engaño óptico porque físicamente no es posible.
Pero qué lo es en estos tiempos en que se ha acostumbrado a medir las horas por los avances de su digestión y de la sombra en su parqué, esperando lo único que puede sacarle de ese letargo, el pitido del móvil, sabrá distinguir el que venga de Ella. Manosea su estado, su última conexión, sobre su piramidal barriga. A veces se asoma por la ventana, por si ella aparece, improbable, pero eso mismo fue conocerla, eso fue desnudarla, eso fue que ella dejara su ropa en el armario, aunque sólo fuera una chaqueta. Y ahora únicamente farolas y noche. Un día más. Otra noche, otra perspectiva engañosa y oscura. Se arrastra a la cama, echando de menos el miedo a los fantasmas.
Le saca de su pesado sueño un timbre, pero es el despertador. No hay café ni nada limpio, nadie en la acera de enfrente, aún a oscuras. Todavía va a trabajar porque no hacerlo implicaría una serie de trámites que se sabe incapaz de dirigir, aunque teme que alguien se dé cuenta de que ha dejado de controlar los excel. A las tres vuelve a casa para tumbarse en el sofá. Un centímetro más de perímetro de grasa puntiaguda. Otras ligeras variaciones en el avance de su tarde sin ella. De su vida sin ella.
Alguien llamó sin que distinguiera que no era Ella. Ahora Luci restriega contra él su áspera soledad. María Lucía Rodriguez Fresneda, hermana de su amigo Raúl. Por eso le llamó, supone sin atreverse a preguntar a ninguno de los dos, por eso puede que se interese por él, porque le conoce desde siempre, porque ya le miraba con sus ojos saltones cuando Raúl y él jugaban a los coches y le lanzaban balones a las partes dolorosas si su madre no miraba. Luci le arrastra al raciocinio, le vuelve a arrojar a las velocidades de los días de una era post-Ana.
Debería agradecerle que le dé la mano en el cine y que le haga más productivo en el trabajo (hasta cobra los incentivos), que quiera irse de vacaciones con él, aunque sea alérgico a su gata y esos pelos que van pegados a sus jerseys demasiado amplios le produzcan náuseas. Luci bizquea por el sol o la sorpresa tras sus espejeadas gafas. Se acuerda de sus trenzas de niña y le hace sentirse un poco Humbert cuando están en la cama y le pide que se ponga unas bragas que le ha comprado (lo hace, un poco tímida o disgustada) y se parecen tanto a las que llevaba Ana.
- Me gustan todas las canciones en las que aparece un cadillac. - recuerda que Ella le dijo un día.
A él le gustaría ser Sabina para disfrutar echándola de menos, pero cuando piensa en ella crece dos palmos y le sale pantalón negro ajustado y tupé, y conduce su coche que no es un cadillac, ni siquiera es rojo, hasta San Cristóbal, donde las rubias son morenas o directamente no son nadie, o son Luci o un vacío entre sus brazos. Canta sobre la música a todo volúmen y algún paseante o deportista que ha llegado hasta allí en bicicleta le mira asustado, temiendo que arranque y se despeñe o le ataque con alguna herramienta contundente del maletero.
Y un día alguien pregunta, a lo tonto, de una despreocupada manera, qué fue de esa chica, Ana creo que se llamaba, esa mujer que no pegaba nada contigo, pero salíais juntos, qué fue de ella. Y entonces todo se derrumba porque ha llegado a pensar que Ana es producto de su imaginación, un personaje de ficción, que en realidad no ha existido, no junto a él, que sólo se trató de una compañera, una conocida cualquiera, de melena oscura, suave, que nunca colocó alrededor de su cuello, ni se tumbó tan cerca, no tuvo su paradójico cuerpo entre sus brazos ni respiró su aliento ni sintió sus dedos chiscar mientras tarareaba una canción sobre cadillacs. Y si alguien más la recuerda y no se equivoca debe buscarla, regresarla a su vida de donde sea que ahora esté, si fuera necesario secuestrarla, subírsela al coche y llevarla al fuerte, quién sabe si también hacer algo con Luci si se empeña en cumplir los planes de vacaciones.
- ¿Ana? No sé, no me acuerdo. ¿Estás seguro de que era yo?. Y ella, ¿cómo era Ella?

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