Cuelgan a veces como trapos, otras como cadáveres de animales pudriéndose al sol.
Se extienden como densas mantas o como sábanas impolutas de tan lavadas, finas y transparentes, ves a través.
Son un amago de algo.
Un trampantojo.
Un engaño.
Fe.
Algo que existe y no existe a la vez, que no es lo que parece y parece lo que no es
Son alveolos
tumores
los pelos despeinados del interior del estómago. Algo orgánico que se expande, circunda, aprieta, me va digiriendo macerando en su interior circular, yo como un átomo, un alimento, un parásito, muy pequeña diminuta dentro de su infinitud.
Los hombres prehistoricos, instintivos, debieron de asustarse al verlas emulando remotos planetas o señales de fuegos que nunca llegan o naves nodrizas.
Sólo dibujadas en el cielo.
Porque explotan en gris contra el sol diluyéndose en cosas, al amanecer, al atardecer, impulsándome a llorar, a gritar
ocultando la luna y las estrellas por la noche,
negro sobre negro.
Sangre que se va expandiendo en virtud de la capilaridad
Si las borro con mis manos se disuelven como un efervescente para el catarro.
Esconden secretos
en su levedad ocultan ciudades enteras
señalan designios
te engañan te atrapan
voluptuosas
instantáneas como una sopa de gotas.
Gota a gota se funden y yo como ellas
tormentosa y violenta y suave y deshilachada
me tropiezo en los truenos que se rasgan en la luz de los rayos,
las fotografío, las busco
amuletos mapas.
Mojándome escondiéndome
Desapareciendo
Dejándome cubrir.