Fue esa
foto la que tanto me asombró
Cuando
la vi casi no me reconocía
En las
aristas de mi cara redonda
En esa
foto estoy sentada en una silla de campo
Me
inunda el verde y la tristeza
Y a
pesar de mi robustez
Soy
casi invisible
No
sonrío ni estoy seria
Simplemente
miro al objetivo que me retrata
Una
mirada sin tiempo ni destino una mirada perdida en el bosque o atrapada en un
búnker
Estábamos
en la línea P
Yo
había subido camino arriba y me había descalzado para meter los pies en el río,
me había sentado al otro lado de su curso en la hierba mojada en la tierra
embarrada clavándome las piedras y rasgándome la piel todavía blanca con las
ortigas
y los
insectos me aceptaron como si fuera una más
Mi hija
se metió en un búnker y yo le saqué una foto con mis gafas rojas
Y luego
fui a sentarme
Y él me
hizo esa foto
Completamente
desalmada
Una
foto de una oscuridad llena de luz
El
rincón era entrañable
Sonaba
el agua y el sol lucía sobre nuestras cabezas y los pájaros trinaban y el aire
era tibio
así que todo era como tenía que ser
Menos
esa fotografía de mí misma en la que soy una muñeca de goma y mi sonrisa se
esconde en la piedra húmeda del búnker
El día
anterior dormimos en un aeródromo
Y lloramos
una pena que no tenía fronteras precisas
Pusimos
flores en la tumba de un aviador muerto
Y
seguimos llorando mientras comíamos fruta
Y no
éramos capaces de saborearla
Ni de
mancharnos con ella
El
líquido pegajoso se nos resbalaba por las comisuras como agua, un agua seca y limpia que hacía que todo fuera como en una película que veíamos tumbados en un sofá
extradimensional donde no teníamos cuerpo y todo todo todo era falso y era
mentira y era aséptico y ajeno
E
indisfrutable
El día
anterior mi hija y yo nadamos en ropa interior en un lago
Un lago
que me llevaba a otros lagos, lagos donde recordaba haber flotado durante
unos instantes eternos en aguas escandalosamente fragantes y llenas de vidas
minúsculas que te acompañaban y te reconfortaban con su existencia
insignificante
Donde
me dejaba deslumbrar por un sol que empezaba a esconderse entre las cumbres
Donde
fui feliz
El día
anterior me abrasé en una playa artificial donde extendí una toalla con el olor
a naftalina del invierno
Y ni
siquiera mi sujetador combinaba con mis bragas y el agua caliente desbordaba
Saint Pée y los perros ladraban y olisqueaban mi ropa
Sin
decidirse a levantar la pata
Y
cuando ya se ponía el sol
Sola
Sola
Sola
Hablé
con un hombre que se esforzaba en no mirarme los pechos
Mientras
mi hija jugaba con un niño
Y
hablamos hasta que nos convencimos de que era hora de alejarnos de esa orilla
Y
volver a casa
Dudando
Como
preguntándonos
Si es
que alguna casa existe todavía
Si
alguien nos esperaba con la cena hecha, con una cerveza fría,
Si
alguien nos iba a ayudar a sacudir la toalla
Si no
se nos haría demasiado pesado, con los bártulos que tendríamos que recoger
mientras se enfriaba la arena,
el
camino de vuelta.
Podría
haberle contado a ese desconocido que ese fin de semana me iba a perder en una
fotografía como quien se pierde en una ciudad donde antes vivió y ahora resulta
completamente desconocida
Y
aunque conserva destellos que me llevan a rincones del pasado
en realidad esa
geografía urbana ha cambiado
irremisiblemente y es indescifrable
Y ya
sólo existe en un lugar imaginario, una almendra cerebral en la que se
depositan los recuerdos
y la
nostalgia
Y que
por mucho que me empeñe es imposible exprimir para perfumar los nuevos platos
que cocino
Y me sigo
perdiendo
Aunque
al final llegue a casa
Y cuando por fin volví a casa
los
tres huimos de ese lugar atestado de gente
de
familias que aún vivían en ciudades conocidas
Y los
tres llegamos a la cima de una colina donde estaba el aeródromo
Donde
se intuía el mar a un lado y la montaña, con sus picos pirenaicos, al otro
Donde se intuía la foto del día siguiente, esa que me asombró,
Donde
en esa tierra de nadie, en medio de un aire transparente como el cristal de una
quesera
Nos
tumbamos el uno junto al otro
En una
cama vacía
De nosotros