martes, 25 de septiembre de 2018

Esa foto




Fue esa foto la que tanto me asombró

Cuando la vi casi no me reconocía
En las aristas de mi cara redonda

En esa foto estoy sentada en una silla de campo
Me inunda el verde y la tristeza
Y a pesar de mi robustez
Soy casi invisible

No sonrío ni estoy seria
Simplemente miro al objetivo que me retrata
Una mirada sin tiempo ni destino una mirada perdida en el bosque o atrapada en un búnker

Estábamos en la línea P
Yo había subido camino arriba y me había descalzado para meter los pies en el río, me había sentado al otro lado de su curso en la hierba mojada en la tierra embarrada clavándome las piedras y rasgándome la piel todavía blanca con las ortigas
y los insectos me aceptaron como si fuera una más

Mi hija se metió en un búnker y yo le saqué una foto con mis gafas rojas
Y luego fui a sentarme
Y él me hizo esa foto
Completamente desalmada
Una foto de una oscuridad llena de luz

El rincón era entrañable
Sonaba el agua y el sol lucía sobre nuestras cabezas y los pájaros trinaban y el aire era tibio
así que todo era como tenía que ser
Menos esa fotografía de mí misma en la que soy una muñeca de goma y mi sonrisa se esconde en la piedra húmeda del búnker

El día anterior dormimos en un aeródromo
Y lloramos una pena que no tenía fronteras precisas
Pusimos flores en la tumba de un aviador muerto
Y seguimos llorando mientras comíamos fruta
Y no éramos capaces de saborearla
Ni de mancharnos con ella
El líquido pegajoso se nos resbalaba por las comisuras como agua, un agua seca y limpia que hacía que todo fuera como en una película que veíamos tumbados en un sofá extradimensional donde no teníamos cuerpo y todo todo todo era falso y era mentira y era aséptico y ajeno
E indisfrutable

El día anterior mi hija y yo nadamos en ropa interior en un lago
Un lago que me llevaba a otros lagos, lagos donde recordaba haber flotado durante unos instantes eternos en aguas escandalosamente fragantes y llenas de vidas minúsculas que te acompañaban y te reconfortaban con su existencia insignificante 
Donde me dejaba deslumbrar por un sol que empezaba a esconderse entre las cumbres
Donde fui feliz

El día anterior me abrasé en una playa artificial donde extendí una toalla con el olor a naftalina del invierno
Y ni siquiera mi sujetador combinaba con mis bragas y el agua caliente desbordaba Saint Pée y los perros ladraban y olisqueaban mi ropa
Sin decidirse a levantar la pata
Y cuando ya se ponía el sol
Sola
Sola
Sola
Hablé con un hombre que se esforzaba en no mirarme los pechos
Mientras mi hija jugaba con un niño
Y hablamos hasta que nos convencimos de que era hora de alejarnos de esa orilla
Y volver a casa

Dudando
Como preguntándonos
Si es que alguna casa existe todavía
Si alguien nos esperaba con la cena hecha, con una cerveza fría,
Si alguien nos iba a ayudar a sacudir la toalla
Si no se nos haría demasiado pesado, con los bártulos que tendríamos que recoger mientras se enfriaba la arena,
el camino de vuelta.

Podría haberle contado a ese desconocido que ese fin de semana me iba a perder en una fotografía como quien se pierde en una ciudad donde antes vivió y ahora resulta completamente desconocida
Y aunque conserva destellos que me llevan a rincones del pasado
en realidad esa geografía urbana ha cambiado
irremisiblemente y es indescifrable
Y ya sólo existe en un lugar imaginario, una almendra cerebral en la que se depositan los recuerdos
y la nostalgia
Y que por mucho que me empeñe es imposible exprimir para perfumar los nuevos platos que cocino
Y me sigo perdiendo
Aunque al final llegue a casa

Y cuando por fin volví a casa
los tres huimos de ese lugar atestado de gente
de familias que aún vivían en ciudades conocidas
Y los tres llegamos a la cima de una colina donde estaba el aeródromo
Donde se intuía el mar a un lado y la montaña, con sus picos pirenaicos, al otro
Donde se intuía la foto del día siguiente, esa que me asombró,
Donde en esa tierra de nadie, en medio de un aire transparente como el cristal de una quesera
Nos tumbamos el uno junto al otro
En una cama vacía
De nosotros

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