jueves, 5 de junio de 2014

Beso


A veces pienso
que me conformaría con un beso.

Ese beso, sería así:
Primero, un primer plano de su cara y sus ojos achinándose en ella.
Entonces, sus labios. Templados, de goma flexible y muy suave, como un terciopelo húmedo y caliente.
Es posible que al principio se produzca un movimiento de acoplamiento hasta fijar una postura cómoda; un movimiento delicado, sutilmente orquestado como si realmente hubiera un director blandiendo su batuta.
La saliva es aún una fina película, un papel de regalo para nuestro beso.
Su lengua entra en escena, cálida; un calambre en la mía (he perdido la toma de tierra, warning, peligro de electrocución).
Pero ya es tarde.
Ha penetrado en mi cuerpo, ocupando un lugar en él, su lengua está dentro, no fuera, dentro, ha tomado posesión de mí.
Mi lengua comienza, tímida, pero se va envalentonando, se va volviendo audaz.
Y llega el momento en que nuestras lenguas se enroscan, gruesas y morosas, colmando nuestras bocas.
La cueva que han formado al acoplarse es una bóveda de rosa oscura. Y es un escenario donde discurre la acción.
Esta es la parte central del beso.
La saliva comienza a fluir de su boca a la mía.
La trago, la mastico, hago acopio del sabor, lo imprimo en una célula que viaja a mi hipotálamo, mientras otra célula se desliza, eléctrica, a través del tubo de mi garganta para llegar a las profundidades de los labios gemelos, que primero vibrarán en latidos temblorosos y luego recibirán una ola de placer que funde la voz con su eco (una tormenta sin truenos, sólo relámpagos).
Mientras nuestros labios se acarician también nuestros cuerpos buscan un contacto que tiende a expandirse, aunque no seré consciente de si su mano está en mi culo o en mi pelo, o en ambos, ni si las mías están posadas en algún sitio, supongo que sí y que él también lo ignora.
La banda sonora del beso es como la lenta y flamígera entrada de un bajo y una guitarra eléctrica, un compás rítmico, que se balancea (es posible que algo tirando a rock, ¿Radiohead?).
Nada pasa además de ese beso, porque es el beso el que importa, el que está sucediendo, ahora y durante unos momentos que vienen a durar lo que dura un sueño o un mundo. Y aunque ese beso tiende al infinito (como nuestras lenguas que representan ese símbolo matemático), tras un fundido en luz se desprenden los húmedos, extasiados, agotados órganos, nos vamos poco a poco, casi sin querer o sin darnos cuenta separando, y la sensación es la de volver a ver un ojo, cerca, mirándome y mirándole yo.

A veces pienso en la era post-beso. Si los labios gemelos me gritarán enfurecidos y envidiosos exigiendo atraparle, ser violentados y allanados como una puerta derribada, pidiendo su porción de ocupación por él.
O si ese beso ya fijado en el hipotálamo no fletará barquitos o submarinos para invadir otros lugares más difíciles de conquistar.
Pero entonces, qué alivio es que no haya pasado nada, que todo esté tan en el aire como la fragancia de una estación inminente, que pueda moldear todo como plastilina tibia en mis manos (multicolor o en ocasiones del color pastoso de una mezcla), después de verle y saludarle, buenos días, hasta luego (por lo bajo escapándoseme casi pero no nunca la próxima vez cuando te acerques no me digas hola, dame un beso más o menos de verdad, más o menos así....)





photo credit: <a href="http://www.flickr.com/photos/ashura/4308096662/">mielconejo</a> via <a href="http://photopin.com">photopin</a> <a href="http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/2.0/">cc</a>

No hay comentarios:

Publicar un comentario