martes, 16 de junio de 2015

Pérdida

La desidia de marido me obliga a desayunar oliendo la cena del día anterior, los boles de ensalada desprendiendo vapores avinagrados, intensos y ya caducos que se mezclan con el aroma del café recién hecho.
Esa acidez irrumpe en mis sueños.
Hoy soñé con un hombre, alguien a quien despierto conozco levemente y apenas me interesa, pero en mi subconsciente apretaba mis muslos, me sentaba en sus piernas.
Yo perderé más que tú, le he dicho entonces a alguien, en mi sueño. No recuerdo si a mi marido, a una amiga entrañable o al hombre que me apretaba fuertemente sobre él. Sólo era consciente de su edad. Rondaba los cuarenta. 
Ya lo estoy perdiendo. El hilo del sueño. Lo demás.
Conservo una melena tupida y aún oscura a primera vista. Me arranco las canas. Voy apartando mechones que coloco uno sobre otro en una maraña de pelo moreno. Disfruto del dolor mínimo como una puñalada que me vivifica. Supongo que quedan esparcidas por el suelo. No las barro.
Pero se siguen agazapando y me acechan en los espejos.
¿Por qué no friegas, cariño, por qué no enjuagas los platos y los metes en el lavavajillas? Está bien empezar el día con la encimera limpia, con un picante olor a jabón, incluso a desinfectante. Todo nuevo y lustrado y dispuesto a comenzar.

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