Los novios se miran, se observan, se
huelen.
Ella no se conoce el nombre de las flores
ni sabe hacer un buen guiso como los de su madre. Son asuntos que escapan a su
interés. Ella es como una vaca limusina, grande, de color pastel, con ojos de
boba calma. Él sin embargo practica escalada y está flaco. No se conocieron en
el instituto ni en un bar, menos en clases de baile. Su era es la cibernética.
Ella se llama Clara, él Sebastián. Es evidente que la elección de nombres está
experimentando una involución, y los hobbies también. Hacen ganchillo o
deberían. Clara tiene un problema físico que le hace hipar y aterrorizarse.
También le repugnan algunas cosas inocuas, como la sangre o las palomas.
Sebastián se infecta los pelos que no logra afeitarse de las piernas, que le
quedan agarrados como niños de preescolar a las puertas del jardín de infancia,
lloran y supuran.
Se van a casar.
Los dos consumen porno por separado y
series en versión original juntos. Tienen trabajos relativamente cómodos. Clara
lee. Sebastián tiene tendencia a las adicciones, está algo enganchado al poker
online.
Una amiga le preguntó a Clara por qué lo
hacían. No encontró una respuesta, o encontró varias y no supo por cual
decidirse.
Tienen algo ahorrado. Ofrecerán un lunch
tras una breve ceremonia. Después recorrerán Francia en autocaravana.
O los países nórdicos.
Han hecho el amor muchas veces.
Es
posible que lleguen a estar juntos el resto de sus vidas.
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