Esos pueblos donde todo es bello y cuidado, en los que hay un río, una iglesia y un bar-tabac, una tienda coqueta y un cartel que anuncia el día de mercado, y niños que van al colegio, por pequeño que sea el lugar.
Pienso que la gente que vive allí debe de ser feliz, agradable, llena de inspiración y que cuando anochece se sientan en cómodos sillones a leer frente a sus ventanas entreabiertas, y que a veces levantan la vista del libro para admirar las flores de su jardín.
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