Es vox populi que soy una acérrima aficionada a la cerveza
No lo soy de nacimiento, sino que aprendí a disfrutar de sus
amargos placeres
Uno de mis más queridos recuerdos de infancia se compone de
mi padre bebiendo cerveza en la mesita frente al televisor, una mesita que aún
está, ella sí sobrevive aunque con un tablero modificado, repintada y
barnizada, pero la misma, su madera podría corroborar mi recuerdo
Mi padre con el amargo líquido amarillo y espumoso y yo
tratando de probárselo, es posible que mi padre me hubiera dejado sorber
mientras veía los deportes del domingo en el telediario, coches de carreras y
una revista de recortables con vestidos que se sostienen con un trozo de papel
doblado, y mis hermanas ¿dónde están? no entran en ese universo que solo ocupo
yo y mi padre y la cerveza y el domingo y mi padre estaría recostado en el
sillón que era otro y los dos éramos otros y los mismos aunque mi padre no sea ahora
más que restos orgánicos y huesos y yo esté repintada y barnizada, con un nuevo
tablero más resistente al paso del tiempo
Y la cerveza me gusta, bebo su amargor templado y
burbujeante y me calienta por dentro y por fuera
Aunque no siempre me gustó
En la tierra de la cerveza comencé a amarla de verdad,
cuando todo estaba y está lejos y simplemente era más barata y no había otra
opción
(recuerdo al hombre que bebía cerveza y recuerdo la cerveza
y yo soy la cerveza y la mujer que bebe cerveza y ya no más la niña que tomaba
el vaso de forma desprevenida)
Alemania, 1996, Ana ensayando la vida, metiendo el pie en el
mar embravecido y qué mejor que Alemania 1996, donde no hay hogar porque el
hogar soy yo, aunque eso lo aprendí más tarde, Alemania 1996, no estaba Aitana,
no estaban las cicatrices ni la muerte, solo un invierno helado y la frontera
donde todo empieza y acaba, donde todo es nuevo y es lo único posible, donde el
caos entra y ya no sale porque es lo único real
Cerveza con frutas, cerveza templada, Bier, geniessen, fluss,
lecker, drinken, besoffen, Lebensmittel, ach so, LEBENSMITTEL
Y ya no dejé de beberla como no dejé lo demás, mientras
amamantaba mientras vacacionaba, estudiaba amaba y divorciaba, gracias a la
cerveza he tomado decisiones infranqueables gracias a la cerveza he llorado, he
tenido coartada para mis estupideces, gracias a ella acepto el amargor y acepto
al hombre y a la vida,
y quisiera ahora (que ya no puedo) brindar con él (con Él) nuestras
cervezas
y no renuncio a hacerlo un día con su cráneo con su peroné
de testigos, sosteniendo el vaso con los tan amados y desnudos metacarpos y
falanges
Y no dejo de sorprenderme cuando saboreo mi cerveza al final
del día, después de contar las horas que la convierten en algo decente,
al descubrir esa otra amargura que no la incumbe, la que
destilan otros hombres y otras mujeres que no somos yo ni él
esa amargura que no se bebe pero rezuma por las comisuras se
desborda en babas y bilis y se empeña en enfocar lo desenfocado en buscar un
orden oral que no existe, una razón para vivir (en la amargura) que no es este
momento exacto
mientras
saboreo mi amargor amarillo y espumoso
y en mí, en mi vientre, en mi mente, a través de un
sorprendente fenómeno de alquimia
se convierte en dorada azúcar.
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