Cuando pinté
el salón de mi casa decidí cambiar el sofá de lugar. Lo puse justo al otro
lado, en la pared de enfrente de donde había estado tantos años. Y resulta que
al sentarme allí, descubrí que en realidad esta nueva ubicación era la ideal,
que había estado en un lugar equivocado durante trece años.
Aunque era
algo provisional.
Contemplaba
emocionada mi cambio, antes de limpiar los restos de pintura, antes de volver a
colgar las cortinas, de recoger los cubos, de quitar la escalera. Antes de
comunicar a mi marido mi decisión, así que aún era algo provisional.
Pero algo me
decía también que, aunque no llegaran los cables de la televisión y tuviéramos
que cambiar la antena y el aparato del wifi, ese lugar era exactamente el
adecuado.
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