Ya llevo cuatro gatos la última semana. Digo gato aunque
es imposible identificar el animal concreto de que se trata. Digo animal por su
tamaño. Podría tratarse en realidad de un bebé. Pero se intuye piel cubierta de
pelo y cierta consistencia inhumana.
No sé qué animales son. Sólo sé de la sangre, de carne
aplastada y apelmazada contra el asfalto. Me sorprende la capacidad del ojo
para retener una visión de segundos para luego recordarla vívidamente. Es como
si mi cerebro pudiera rebobinar, pasarlo a cámara lenta. Me recreo en ello a la
tarde, a la noche, en los momentos de angustia.
Me preocupa la visión de los gatos despanzurrados porque
uno ve lo que quiere ver.
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