viernes, 13 de diciembre de 2019

IV. Analgesia pautada


Han ingresado a mi madre porque ya no soporta el dolor de su cuerpo.
En el hospital yace a su lado una anciana que solo parece seguir viva cuando le tocan, grita lastimeramente.
Atiéndame, le dicen a su hija sobrina contratada por horas, es muy importante, escuche, la analgesia está pautada escrupulosamente.
Cuando salgo y entro, en mis viajes al baño a la cafetería a respirar, espío a través de las puertas entornadas.
Descubro a un hombre con barba que sorbe sopa, parece alguien que está en un lugar equivocado y me pregunto por qué y sé por qué, está peinado y es atractivo y no parece enfermo, conserva su color y su porte de jefe de algún departamento.
También está esa mujer excesivamente delgada que no parece joven ni vieja y que antes paseaba su melena gris por el pasillo y ahora lee en el sillón del acompañante sin acompañante.
O esas piernas que se ven tras un biombo que parecen no tener dueño.
Siempre hay alguien con oxígeno y muchas batas y acompañantes entretenidos suspirando,
agobiados impacientes el doctor puede pasar hasta las tres sentados o en las puertas con el móvil y el rictus serio o los brazos cruzados porque cuando llega el médico a los sanos nos echan como si la visita médica fuera un interrogatorio o no hubieras visto ya suficiente de tu padre o tu madre o tu hermano, como si un oscuro secreto pudiera existir aún y ellos tuvieran acceso a él sin derecho a un abogado 
Una enfermera rubia sale de una habitación lleva un uniforme diferente a las demás y me pregunto por qué si será estudiante o alguna especialista o simplemente alguien original también me pregunto si ha sido políticamente correcto pensar que era enfermera y no doctora o incluso la gerente del hospital pero las doctoras y las gerentes tienen otro aire sus coletas rubias no se balancean así
Lo que sí queda claro es que esa juventud  me resulta insultante su agilidad de mariposa baila y brilla contra las superficies de materiales fácilmente desinfectables
no deberían abofetearnos con sus frescas presencias sus risas cómplices recién repuestos los dientes de leche con manitas aún sin formar que introducen termómetros e instalan vías
aunque igual ellos las prefieren así porque de alguna forma tienen que entretenerse, y las ven como un desfile de otros tiempos una telenovela un deja vu
Ellos
Los enfermos 
Los viejos 
Los doloridos 
Y yo digo ellos aún
No nosotros 
Porque aún no soy uno de ellos 
Como tampoco soy enfermera 
Ni doctora ni la gerente siquiera 
Solo soy todavía acompañante
Me avalan mi labor y mi libro
la acompañante de la cama de enfrente se empeña en hablarme no me interesa esa hebra le espeta mi sonrisa helada y mis ojos palpan la lana, y su tacto y su olor me reconfortan como mi perro que no puedo traer o las letras de ese libro que no abro ni abriré porque aquí no hay quien se concentre aunque esas letras que hablan de errantes y de historias deshilachadas serían capaces de aplacar el dolor del mundo 
Entra un grupo de trabajadores indeterminados y nos vuelven a echar adiós mamá ahora vuelvo y en la puerta, la acompañante de la cama de enfrente, vais a pedir el alta con lo bien cuidada que está aquí, y mi madre es un pajarito o una lombriz en una caja de olores químicos
Y yo echo de menos a mi perro que no puedo traer aquí y no lo entiendo porque este lugar olería mucho mejor estando él, olería a cuadra de verdad y no a lejía aguada ni a algo que amenaza ser tóxico y contagioso y no logro descifrar
algún día impedirán entrar también a las visitas que enfilan el pasillo endomingadas de dos en dos parejas perfectamente conjuntadas matrimonios que son como sociedades anónimas y se sentarán o quedarán de pie frente a la cama donde un pariente vecino amigo parienta vecina amiga de la infancia se esfuerza por relatar con coherencia la historia que le ha llevado hasta allí mientras desarruga las sábanas ásperas y el camisón más o menos azul 
Como su piel 
Como la bacinilla que asoma su brazo debajo de la cama
Y repiten y se repiten
La indiferencia de la repetición
La agonía del círculo infinito 
Donde se pierden 
Y se sienten bien y seguros 
En un laberinto que rueda como el juguete de un hámster
Son Infatigables 
Irreductibles 
Agitan los cables que les conectan al suero 
Sin dejar de repetir 
Pues si 
Ya ves
Y los otros las visitas asienten porque dentro de un tiempo sus papeles se intercambiarán intentan quedarse con algo de lo que cuentan para luego poder repetirlo y ofrecerlo de vuelta como un taper vacío 
Han puesto el árbol de navidad
Mi madre y yo hemos presenciado su paulatino montaje en las idas y venidas del paseo de pasillo 
Primero solo un esqueleto verde 
Luego unas bolas blancas 
Cuando salgo del hospital a la noche lo rodea una cuerda de luces que se encienden y se apagan pautadas escrupulosamente 
No es la primera vez que estoy en un hospital ni será la última
No olvido las otras ocasiones ni mis otros enfermos y sus habitaciones indecentemente caldeadas ni tampoco a donde daban sus ventanas 
Recuerdo las camas articuladas donde alguna vez yo descansé brevemente mi apéndice mi parto mi aborto 
Y recuerdo sobre todo el dolor de un flexo que me quema la pantorrilla mientras manipulan mi interior y yo trato de discernir si duele más la piel la víscera o mi recuerdo 
Porque duele 
Siempre duele
Por qué escribes sobre el dolor, me pregunta él,  
Y yo no sé qué responderle, porque no lo sé 
Mi madre volverá al hospital para que averigüen de dónde procede su dolor tanto como es posible averiguarlo
Entraré por ese pasillo seguiré la línea buscaré el número en la puerta con los nudillos pum pum y entraré dispuesta a escapar otra vez

No hay comentarios:

Publicar un comentario